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¿Quien soy?No vengo de un solo lugar.
Vengo de todos los que cruzaron océanos, credos y lenguas antes de que yo naciera.
Soy la suma de decisiones valientes, de silencios que hablaban, de nombres que cambiaron para seguir existiendo.
Soy hija de la fe, la distancia y el amor.Mi abuelo Frank, Cuzen de apellido, nació en Escocia, tierra de castillos tozudos, brumas que lo envuelven todo y hombres que aprendieron a callar antes que a rendirse.
Con él llegó ese nombre breve, firme, que cruzó mares sin necesidad de traducirse.
Cuzen no fue solo un apellido: fue la primera piedra de un hogar, un sonido que echó raíz en el sur.
De él y mi padre (su hijo)  Eric Alexander, heredé la mirada que sostiene, la dignidad sin estridencias, y el valor de sostener una idea aún cuando tiemble todo lo demás.
Ese 30,4% escocés que vibra en mi ADN no es un dato: es una raíz firme, silenciosa, como los presbiterianos que no gritaban su fe, sino que la vivían.
Porque hay verdades que no necesitan gritarse, y la fe, como la tierra, se pisa con respeto.Mi abuela materna Maria Alleta nació en Sudáfrica, (madre de mi madre Delina), pero su sangre traía siglos de historia en tránsito.
Se apellidaba De Bruin, y con los años ese nombre viró a De Bruyn, como si hasta los apellidos supieran que adaptarse también es resistir.
Descendía de colonos neerlandeses, de hugonotes franceses que huyeron de persecuciones, de británicos que fundaron algo nuevo bajo otro sol.
Y así, en mi mapa genético ademas de altom porcentaje escoces e ingles, aparecen Países Bajos (17,5%), Francia (7,2%), Inglaterra (20,3%), Irlanda (5,9%).
Cada uno de esos porcentajes es una historia, una travesía, una promesa sembrada en otro continente.Mi familia es protestante, pero no de los que golpean el púlpito ni memorizan dogmas.
Son de los que creen que la fe no se impone: se vive.
De los que rezan con las manos en la tierra y la conciencia limpia.
De los que trabajan en silencio, sostienen sin aplausos, y cuidan sin reclamar.Nací el 27 de abril de 1965 en Sarmiento, Chubut, al caer la tarde, cuando el sol se abrazaba al horizonte y la Patagonia se volvía un susurro.
Soy del sur, pero no solo por geografía.
Soy del sur porque el viento me enseñó a mirar de frente, porque aprendí a escuchar los silencios, porque crecí sabiendo que el amor no se dice: se demuestra.Mis abuelos eligieron este rincón del mundo para echar raíces.
Entre ovejas, viento y cielo abierto, decidieron nutrir su amor y sembrarse para siempre.
No vinieron buscando oro ni gloria, vinieron buscando un lugar donde vivir con verdad.
Y yo que nací de esa siembra, soy tierra con memoria, hija del silencio con sentido.Mi carta natal dice que soy Tauro, la tierra que construye, con ascendente en Escorpio, el agua que transforma y Luna en Virgo, la mirada que cuida, el corazón que ordena.
Y esa mezcla me hace mujer de raíz honda, de emociones intensas, de detalles cargados de amor, y ademas excesivamente testaruda como una roca y quiero que se entienda el motivo por el cual mis abuelos migraron a estas tierras. No para imponer, para dejar legado de gente de bien.Soy producto, soy brote, soy semilla, de un linaje que resistió cruzando mares, cambiando idiomas, confiando en la fe y en el trabajo.
Soy nieta de quienes creyeron que el exilio puede volverse hogar cuando se siembra ternura.
Soy hija de quienes enseñaron que el titulo mas valioso es ser buena persona.
Y soy mujer de este sur que me enseñó a resistir como los tamariscos: con los pies bien hundidos en la tierra, y la frente al viento.Mi sangre es un puente entre continentes.
Mi espíritu, una canción escrita por quienes nunca supieron que llegarían a mí.
Soy de todos los que cruzaron fronteras y dejaron su semilla en el camino.
Y aunque no conozca todos sus nombres, los siento cuando miro el horizonte.
Aunque no escuche sus voces, mi cuerpo las recuerda.Y mientras otros buscan de dónde vienen para quedarse ahí (no lo critico),
yo lo hago para seguir caminando.
Como si cada ancestro me pasara la posta.
Como si la historia aún me la estuviera susurrando.
Como si mi vida también fuera una canción por escribir.
Como una oración dicha en voz baja y para mis adentros.
Como el viento de la Patagonia,
que parece suave, pero moldea paisajes, que acaricia, empuja y …………nunca se va.
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